EL CONSUMO DE CANNABIS EN LA PANDEMIA
EL CLOSET CUCUTEÑO
EL CLOSET CUCUTEÑO
Artículo publicado en la Revista Cáñamo el 2021 y hecho en coautoría con Dayana Ocampo (no hay versión virtual)
Las drogas ilícitas suponen siempre un problema muy particular y complejo en el contexto urbano fronterizo, en donde se involucran estamentos productivos legales e ilegales, derechos fundamentales, políticas de estado, usos del espacio público, en fin, un constante cocktail explosivo de nunca acabar, que no pareciera extinguirse, sino que adapta sus formas según la cultura.
En estos tiempos, en donde se supone hay una readecuación de las dinámicas sociales, es pertinente preguntarse ¿qué cambios o adaptaciones pudo tener el consumo urbano de marihuana en tiempos del Covid-19?, bajo esta premisa, socializamos cinco aspectos de un estudio investigativo del comportamiento de los consumidores de SPA (énfasis en cannabis) en el espacio urbano fronterizo en época de pandemia que pueden ser de su interés[1].
I. De la selva de cemento a las cuatro paredes: un problema con capacidad de adaptación
Si bien la cuarentena también afectó la actividad del consumo de SPA -como alteró casi toda la actividad económica, social y humana- evidenció, además, el traslado a las viviendas de un problema que el espacio público ya presentaba y no ha podido solucionar, a saber, el ejercicio de un derecho fundamental como el libre desarrollo de la personalidad por medio del consumo de sustancias como la marihuana y el goce efectivo del espacio público. Los parques, las calles y demás lugares públicos al estar clausurados temporalmente por la pandemia hicieron refugiar al consumo en los diferentes tipos de hogares, afectando en muchos la convivencia familiar debido al ‘closet psicoactivo’, que es una forma coloquial que usan diferentes expertos para referirse a la negación en sociedad del consumo -en su mayoría no problemático- en gran parte de los consumidores.
“Para ellos eso no es algo sano, no es algo bueno, no lo ven normal, son muy rayados con eso”, dice Alejandra[2], cucuteña de 24 años, al ser encuestada sobre el consumo de cannabis en la cuarentena, quien decidió salir del closet psicoactivo hace unos años frente a sus familiares, sin embargo, no le fue posible consumir en casa en esta época pues, como dice el sociólogo Julián Quintero, “… es difícil que una persona salga del closet psicoactivo, por el estigma, la discriminación, el señalamiento y hasta la expulsión laboral o escolar”[3] a lo que habría que agregarle ‘el ámbito familiar’ intensificado en cuarentena y que hace personas como Alejandra no puedan consumir en casa.
Por otra parte, a nivel nacional, actualmente se encuentra el Proyecto de Acto Legislativo 172 de 2019 que pretende el consumo de cannabis recreativo en el país y abre un debate que mezcla el libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la salud, los aspectos económicos y la tradición cultural en Colombia. Este proyecto puede iniciar un planteamiento para un tratamiento distinto sobre un tema en donde año tras año el Estado no ha podido contrarrestar o mitigar los riesgos que puedan conllevar el consumo problemático y no problemático de drogas en el país. Hay que estar más que atentos a este tipo de proyectos.
II. Los dealers reinventándose: el producto encontrará al consumidor
“pasaron de existir tres dealers en la zona a solo uno” afirmaba Javier, uno de los encuestados consumidores de cannabis. El producto se encareció, se limitó y quizá el dicho de que solo sobrevivieron los que se adaptaron al cambio es cierto durante la pandemia. De igual forma el closet psicoactivo hizo mutar el cannabis a una forma más amable y disimulada para contexto conservador de un hogar, de una familia, y más teniendo en cuenta que el 50% de los encuestados no se les permitía fumar en su propia casa. Es así como las galletas, los brownies y los chocolates fueron las formas predilectas para continuar con un consumo recreativo, pero también para evitar episodios de abstinencia en el tema de los consumidores problemáticos.
El 45% de las personas afirmaron haberse aprovisionado de cannabis para la época del aislamiento social obligatorio, sin embargo, la cuarentena durante la pandemia se extendió mucho más de lo estipulado y prácticamente el aprovisionamiento inicial, salvo en muy excepcionales casos, no fue suficiente para un consumo. Por ello los dealers tuvieron que adatarse a nuevas formas de consumo en alimentos que no generara la gran incomodidad del olor de la planta.
III. El autocultivo sin piso social: una medida por explotar
La apropiación cultural de la situación jurídica de todos los involucrados en el sistema de consumo de sustancias como la marihuana es deficiente, debido a que la ciudadanía no tiene claridad sobre las prohibiciones y limitaciones que permite el ordenamiento jurídico. La mayoría de los encuestados pensaban que el consumo no estaba permitido, cuando en realidad lo que no está permitido es que lo hagan en espacio público.
Ante estas incertidumbres sobre las formas de proceder de los diferentes actores de la sociedad se suma que no hay una regularización clara, sino cambiantes criterios de las Cortes (la mayoría de veces garantistas), de los entes administrativos (volátil al capricho administrativo de turno) y un protagónico silencio en la rama legislativa. En este contexto, el autocultivo podría ser un gran elemento ante la maraña de documentos normativos en el consumo de marihuana, puesto que podría conciliar el consumo de estas sustancias en un ámbito privado y no sería inconveniente para el espacio público.
Empero, en detrimento de lo anterior, hay poca cultura en zona de frontera del autocultivo (en el estudio ningún consumidor afirmó estar implementando el autocultivo y solo un 20% de los dealers afirmaba que tenía esta práctica) facilitando aún más un ambiente propicio para la estimulación de cadenas de microtráfico que fortalecen a las bandas delincuenciales.
El autocultivo de plantas de cannabis podría ser uno de los factores claves en la armonización de los conflictos entorno al consumo, opción viable y legal que atenuaría los conflictos en el espacio público. Sin embargo, el desmonte del closet psicoactivo puede estar codependiente de la tecnificación y normalización de los autocultivos y, al respecto, expertos como Julián Quintero afirman que esta medida es menor frente al esfuerzo de una regulación integral del consumo en donde se privilegie el ejercicio de los derechos fundamentales, e incluso pueden ser potenciados usos diversos como el medicinal que tiene el aceite o resina de la marihuana.
IV. Un Código sin percepción de pedagogía: la acción del Estado más allá de la represión
La apuesta pedagógica del Código de Seguridad y Convivencia Ciudadana requiere de más acciones que hagan entender el fin de la norma, puesto que en el imaginario social aún se instala más la imagen de un código sancionatorio y no pedagógico o preventivo enfocado a la convivencia. El fortalecimiento de los programas comunitarios y las jornadas pedagógicas (popularmente comparendos pedagógicos y que son una forma de medidas correctivas) son necesarias y es un elemento para fortalecer la confianza tan cuestionada últimamente en la Policía Nacional.
Es de recordar que el Código de Seguridad y Convivencia, mal llamado Código de Policía, fue promulgado en virtud de la Ley 1801 de 2016 y entró en vigor paulatinamente desde el 30 de enero de 2017. Su aplicación ha supuesto un reto para nuestra sociedad y la institucionalidad puesto que el carácter preventivo de los conflictos es su mayor objetivo (ver art. 1 del código), dejando la visión represiva a un plano subsidiario. Ahora bien, en lo que va del año 2020 los comparendos por comportamientos contrarios a la convivencia van en aumento y tendencia a superar los de años anteriores en la ciudad de Cúcuta:
Fuente: elaboración propia con información suministrada por la Policía Metropolitana
A primera vista, este significativo aumento se debe a las directrices de orden policivo impartidas en el municipio de San José de Cúcuta para la prevención y mitigación del contagio del Covid-19 que datan del día 17 de marzo de 2020 en donde, por medio del Decreto Municipal 106, se iniciaron una serie de medidas que fueron actualizándose en posteriores decretos. Desde ese momento hasta el 22 de septiembre se han impuesto 1613 comparendos por incumplimiento de solo estas medidas sobre el Covid-19 (artículo 35.2 del código), cifra muy alta en comparación con la totalidad de comparendos por otras normas contrarias a la convivencia, a saber, el consumo y porte de sustancias prohibidas en espacio público (artículo 140 núm. 7 y 8, respectivamente del Código); el irrespeto a las autoridades de policía (artículo 35.1) y arrojar residuos sólidos y escombros en sitios de uso público, no acordados ni autorizados por autoridad competente (artículo 111. 3).
Así las cosas, el porte y consumo de sustancias psicoactivas ha sumado los mayores comparendos en los últimos años antes de pandemia y es probable que vuelvan a dominar luego de ella[4]. En este marco, es de resaltar que no todo comportamiento contrario a la convivencia genera un comparendo que derive en uno de los cuatro tipos de multas de carácter económico, sino que muchos tienen la opción de realizar un programa comunitario o jornada pedagógica de convivencia de no más de seis horas para evitar la multa -lo que comúnmente llaman comparendo pedagógico-, y este es el caso del porte y consumo de SPA en espacio público[5].
En síntesis, cada comparendo por porte y consumo de sustancias psicoactivas es una oportunidad de acercamiento al ciudadano desde la alcaldía municipal. Es la gran oportunidad de no señalar al ciudadano y de entender que no se le impone un castigo, sino más bien es el inicio de un dialogo entre la institución y la ciudadanía que permite aportar a la convivencia pacífica y la reconstrucción de la confianza en la sociedad. En esa misma línea, casualmente, quienes más son sancionados por este tipo de conductas o comportamientos son personas que no superan los 30 años, algo que concuerda con el rango edad de personas que han salido a las calles a manifestarse últimamente frente al abuso de la Policía Nacional. Algunos instrumentos pedagógicos para tratar de remediar la falta de confianza ya existen, habría que trabajar en un rediseño para tratar de cumplir este fin normativo.
V. Es necesaria una mirada glocal y compleja: no somos autosuficientes.
La capacidad de adaptación del consumo de drogas como la marihuana es impresionante, y lo demuestra una vez más el contexto de la Pandemia. El consumo ha estado siempre ahí y requiere no solo un tratamiento distinto sino el inicio de un diálogo que termine en acuerdos internacionales para abordar zonas complejas como los territorios fronterizos. Un plan integral en drogas en donde se articulen acciones enmarcadas en una política pública son necesarias en ciudades como Cúcuta en donde el narcotráfico, microtráfico, las libertades individuales, los problemas de salud y las políticas nacionales, locales y binacionales se entre cruzan en un solo territorio.
Las experiencias recientes como la de Uruguay -en donde el Estado controla el mercado de este tipo de sustancias- o abordaje de algunas partes de los Estados Unidos, son más que importantes para medir y realizar una actuación por primera vez articulada que genere un aporte para un cambio en un contexto local, sin ello no podemos más que esperar fracasos institucionales para darnos cuenta que solos, en el asunto del consumo de drogas como la marihuana, somos inútiles, y que experiencias tan decisivas como la Pandemia solo pone de manifiesto las raíces complejas del consumo.
[1] Recomendamos el proyecto ‘Échele cabeza’ que realizó la más extensa encuesta a consumidores al inicio de cuarentena del 31 de marzo al 03 de abril (disponible consultar en http://www.echelecabeza.com/wp-content/uploads/2020/04/informedrugscuarentena-3_compressed.pdf ), sin embargo, su población esencialmente no fue Cúcuta, ni el territorio de frontera como se propone esta investigación en curso utilizó encuestas con preguntas abiertas y cerradas a una muestra de consumidores en Cúcuta.
[2] Nombre cambiado para proteger identidad.
[3] Página 346 del Libro “Échele Cabeza: una mirada al consumo de sustancias y a cómo se drogan los colombianos” de Julián Quintero, Editorial Ariel.
[4] Es importante aclarar que no es posible determinar con exactitud qué personas a quienes les impusieron comparendo por violación a normas relacionadas con el Covid-19 lo hacían por consumir sustancias sicoactivas en espacio público.
[5] Así mismo, la medida correctiva para el comportamiento que contraríe las medidas para evitar la propagación del Covid-19 tiene una multa ineludible y, además, la necesidad de realizar un programa comunitario o una jornada pedagógica de convivencia.